“El dinero alcanza, si nadie se lo roba” bajo esa filosofía un joven político salvadoreño ha logrado convertir las promesas en realidades. Su exitoso modelo de gestión municipal, se ha convertido en un fenómeno político admirado por la misma ONU, que ha devuelto la esperanza de que es posible hacer buena política y que lo ha convertido curiosamente en un político que el pueblo sí ama.
Con una determinación casi utópica y en medio del océano de desesperanza que rodea a la política tradicional, el salvadoreño Nayib Bukele se ha convertido en un fenómeno político, pues ha hecho lo impensable: prometer y cumplir.
Nayib Bukele, es el verdadero rostro de la buena política. Con solo 33 años, este joven empresario oriundo de San Salvador, llegó en 2012 a convertirse en el alcalde de un pequeño departamento salvadoreño llamado Nuevo Cuscatlán.
Si bien Nuevo Cuscatlán es un pequeño municipio rural de 9.500 ciudadanos, con la llegada de el joven político el pequeño pueblo salió del anonimato y empezó a convertirse en un fenómeno muy peculiar para un país como El Salvador, que acumula tanta problemática social. Dentro de esas peculiaridades destaca que los ciudadanos del pueblo que alguna vez habían migrado a Estados Unidos buscaban regresar atraídos por el progreso que empezaba a germinar en su tierra.
Esas luces que brillaban entre el oscuro panorama salvadoreño, hizo que Nayib Bukele fuera invitado por la Organización de las Naciones Unidas para exponer su exitoso modelo de gestión que se resume en: erradicar la corrupción y hacer los fondos públicos eficientes para promover el desarrollo.
Pero no solo la ONU ha puesto los reflectores sobre Bukele, las cadenas televisivas más destacadas llenaron sus titulares con noticias sobre el pueblo Nuevo Cuscatlán, que parecía renacer de las cenizas de la mano de uno de los políticos más populares e influyentes de los últimos años en El Salvador.
El salvador de la política
Su popularidad logró que en marzo de 2015 se convirtiera en el nuevo alcalde de la capital salvadoreña, San Salvador, al ganar las elecciones con un reñido resultado 48,4% del total de votos frente al 46,4% de su competidor más cercano.
Su llegada a la alcaldía generó un fenómeno de popularidad inusual, catalogado por muchos como de imagen mesiánica, ya que los ciudadanos lo han empezado a considerarun salvador de la política y de la esperanza, antes muerta, por los asuntos políticos.
De hecho, pocas veces se ha visto por las calles de nuestros países a los ciudadanos en masas gritando con cierto fervor de alegría el nombre de un político. Pero Bukele lo logró, logró ser el político que el pueblo sí ama. En octubre de 2015 al cumplir sus 170 días de gestión como Alcalde de San Salvador, el 94% de los capitalinos aprobaban su gestión, según la firma Cid Gallup.
Y es que el alcalde Bukele con tan poco tiempo con el timón de la capital en sus manos ha desarrollado el programa “una obra por día”, en la que se han invertido hasta el momento US$5 millones y se con el que se contabilizan 52 obras comunitarias, de las 1.000 obras proyectadas para 2018.
¿Le cuesta creerlo?
Quizás en este punto aún le esté costando creer que en verdad un político sirve al pueblo con honestidad, sin intereses de por medio, sin revanchas de color político, sin mentiras camufladas y sin insaciable hambre de poder.
Una desconfianza justificada por las largas listas de margas políticas que acumulan nuestros países, al punto que los latinoamericanos hemos llegado a considerar la corrupción y la mala política como un mal endémico.
Según el índice de Percepción de Corrupción de América Latina desarrollado por la ONG Transparencia Internacional (TI), la corrupción le cuesta a Latinoamérica hasta 7% del PIB regional. Otros cálculos del grupo Global Financial Integrity (GFI-Integridad Financiera Global) evidencian que los costos por corrupción en la región alcanzan unos US$142.920 millones anuales.
Esos datos, quizás expliquen las estadísticas crecientes de desinterés y abstencionismo que padecen nuestros países. Pero al mismo tiempo, los casos de éxito como los de Nayib Bukele parecen evidenciar que existen formas de hacer realidad la buena política, que cumple lo que promete y que construye progreso.
Sobre todo en tiempos en los que nuestro país está por ser sometido a nuevas elecciones municipales, casos como estos deberían servir para alentar el interés de los ciudadanos por la política, y el compromiso de los políticos con los ciudadanos.
¿Es usted de los que dejó de creer en la buena política? ¿Creé que puede emularse este caso de éxito en nuestro país? ¡Cuéntenos! Abrimos el debate con este artículo.
Fuente: http://conozcagrecia.com/
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